En un lugar de SDC, de cuyo nombre no quiero acordarme (pese a que cada mañana cojo allí el "latabus"), estaba yo, como suele decirse, tan tranquila cuando ocurrió algo que me dejó inquieta todo el día.
Todo empezó, una mañana de lunes (mi parte favorita de la semana, como no) cuando me desperté con Conchita sonando en los 40... obviamente, con este comienzo no se podía esperar nada bueno del resto del día. Bajé a desayunar en la más absoluta de las soledades, cosa que agradecí ya que visto mi buen despertar y tras tardar más de 20 minutos en decidir que ponerme no me hizo falta ninguna pitonisa para saber que no era mi día.
Cuando acabé de desayunar, subí a mi cuarto en el cuarto piso, tambien llamado burdel, cogí mi cartera y tras chocarme con el carrito de mi amiga Manola (guapa, coño!) me dirigí a la parada del "latabus".
Se preveía un maravilloso "día de no" así que por el bien de la humanidad y el mío propio, decidí ponerme las gafas de sol y enchufarme al iPod, que en realidad no tenía batería si no la función de advertir a los posibles transeúntes con ganas de charleta matutina que hoy no probaran suerte conmigo. Aún así, siempre hay un pánfilo, pánfila en este caso, que no pilla las indirectas.
Ahí estaba yo, con una cara que, a mi lado, Amy Winehouse con dos whiskazos de más parecería tierna y adorable cuando la pánfila en cuestión apareció.
Era una mujer de unos 40 años, modelo barrilete revestido con telas del "Brejka. No tuvo miedo. Se me acercó y con un golpecito en el hombro me dijo: -"Perdona, ¿tienes hora?".
Respiré profundamente.
-"Sí, las 8.30". y volví a mi posición anterior.
No contenta con esto y tentando a la suerte, pasados dos minutos me dice, previa palmadita en el hombro, -"Perdona, ¿sabes si el 11 ya pasó?"
Antes de contestar, me dieron ganas de preguntarle si me veía pinta de Pachara, gran regulador de tráfico donde los haya o si sabía para qué narices había gastado el ayuntamiento tantos miles de euros en instalar paneles informativos, que por cierto también tienen un reloj. Me di cuenta de que el hobbit ese aun estaba esperando, asi que respondí:
-" No lo sé, yo espero al 15, pero creo que el tuyo ya pasó"
Pasados 5 minutos, me di cuenta de que el hobbit, camino de convertirse en orco de lo pesada que era, no paraba de mirarme a los pies. Supuse que se le habría caído algo y miré con ella sin saber muy bien a qué. Como no, sentí otro golpecito en el hombro (luego se extrañan de que ande en cabestrillo) y el orco de Mordor me suelta:
-"Perdona, ¿sabes que llevas una Converse rota?"
Hasta aquí podíamos llegar. Cogí aire, y respondí lo más cordialmente que pude, o sea, poco:
-"Sí, lo sé. Es que no tengo dinero para comprarme otras"
-"Ah, es que pensé que no lo habías notado"
En ese momento, me sentí como si toda la parada del bus, por extensión la plaza entera, se girara señalándome y riéndose de mi a cámara lenta.
-"Sí, señora, si que lo noto, sobre todo cuando llueve" y dicho esto, llegó el 15, subí, recogí el euro que por supuesto se me había caído al suelo y me fui a clase.
PD: SEÑOR ALCALDE, POR FAVOR, INSTALE MÁS PANELES INFORMATIVOS, QUE LOS VEA BIEN LA GENTE O EN SU DEFECTO, MÁS BUSES ASÍ NO TENDRÉ TIEMPO DE SER ASALTADA POR PEQUEÑAS SEÑORAS ABURRIDAS QUE ME INCREPEN DE BUENA MAÑANA. GRACIAS.